En su origen era un cante campero, folclore popular andaluz, manteniendo aún su aire premioso y campesino original,[2] tomando después un carácter de cante, cuando algunos cantaores del siglo XIX la aflamencaron. El más conocido de éstos fue El Sota, quien se las enseñó a Antonio Chacón.[3]
Actualmente, se interpretan acompañadas de guitarra y con compás de seguiriya, al igual que la liviana, a quien tradicionalmente estaba unida. La forma literaria es la de la seguidilla castellana, añadiéndose usualmente un trístico al mismo ritmo. Es un cante difícil, que exige facultades y una voz armoniosa, debiendo alargar y templar los tercios.academias de musica bogota
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